Monday, September 22, 2014

VOLNEY, PARTE II


Por Federico Bär (*)

Quisiera relatar algunos episodios más en los que se destacan la personalidad del Conde de Volney. El Imperio Ruso necesitaba ganarse el acceso al Mar Mediterráneo y liberar a los países balcánicos del dominio otomano; en 1788 entró en guerra con Turquía. En Consideraciones sobre la guerra de los turcos, Volney adelantó la exitosa campaña de los rusos contra el imperio otomano. Catalina II, muy agradecida por el apoyo moral, le envió una medalla de oro. Sin embargo cuando, en otro contexto, la emperatriz se enfrentó a Francia, la dignidad le impidió a Volney conservar la distinción, y no tardó en devolvérsela.

* * *

Por sus sólidos conocimientos literarios y de la vida en otros países, el político Volney fue elegido en 1789 en los Estados Generales. En esos años se discutía la venta de bienes de la corona, una cuestión que lo movió a producir otro notable escrito, la definición del universal problema de la distribución de riqueza. Cito lo siguiente, que no deja mucho margen para ser resumido:

El poder de un estado está en razón de su población; ésta, en razón de la abundancia; la abundancia, en la razón de la actividad del cultivo, y éste, en razón del interés personal y directo, es decir, del espíritu de propiedad. De donde se deduce que cuanto más se acerca el cultivador a la clase pasiva de mercenario, es menor su industria y su actividad, y al contrario cuanto más se acerca a la condición de propietario libre y rico, desenvuelve más fuerzas y aumenta los productos de sus campos y la riqueza general del estado.

La prosperidad de un estado está en proporción inversa con el número de propietarios de la nación. Cuantos más dueños de bienes haya, menor será la porción de la propiedad total de la nación que tenga cada uno de ellos. No estará demás aclarar que aquí se habla de números relativos; esta regla es válida tanto para países pequeños que no tengan ni siquiera un puerto marítimo, como para extensos imperios con acceso a dos océanos.

Agrego que habría que adecuar el texto citado al siglo XXI, leyendo entre líneas "el cultivo y el valor que se pueda agregar a él" - una máxima que a muchos gobiernos les convendría aplicar.El espíritu curioso del Conde lo llevó a Córcega. Su excepcional capacidad de observación le permitió constatar que la agricultura estaba estancada—consecuencia de una población primitiva, reacia a los cambios. Considerando que la mejor manera de convencerla de cómo se debían perfeccionar los métodos, compró una estancia de gran tamaño. Empezó a experimentar con plantas que creía poder cultivar en aquel clima, y obtuvo éxito con caña de azúcar, algodón, café y añil.

Esas actividades atrajeron la atención del gobierno, que rápidamente lo nombró Director de Agricultura y Comercio. A pedido de sus conciudadanos de Angers, donde había estudiado en su juventud, actuó en la Asamblea Constituyente como su diputado. En otro gesto ético, Volney consideraba que esa misión era incompatible con su puesto como funcionario del gobierno, y no vaciló en renunciar al cargo. Sin embargo, no por eso abandonó del todo a Córcega. Dirigentes reclamaron su regreso, y Volney volvió a asistirlos con sus conocimientos. Esta vez, su estadía en la isla duró sólo dos años, por razones políticas adversas, fuera de su control.

 (*) Especial para Contrapesos. Ver Parte I.
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